Al Padre Eterno
1991
Ha mucho tiempo me viste nacer;
pronto mandaste un ángel
que cuidara mis pasos,
que jugara conmigo
y quitara las piedras y espinas,
que pudieran herirme
en mi tierno andar;
que velara mis sueños,
y me enseñara desde niña
a reír, orar y perdonar.
Y siguió la vida...
Adonde quiera mirara
veía tus ojos, esos ojos,
tan grandes y tan tristes
que parecen siempre querer llorar...
Te veía siguiendo mis pasos,
cuidando mi vida,
para que nada me hiciera llorar...
Y pasaron los años
y se fue mi niñez;
y un día, me crecieron las alas
y me eché a volar.
Tuve vendavales que ingratos
azotaron mis alas,
zarandearon mi vida
y destrozaron mis sueños;
pero también hubo días felices,
dulces y serenos
que tú me quisiste dar.
Y era feliz.
Hasta que un día,
en un recodo de la vida,
un dardo mentiroso y traicionero
me partió el corazón.
Lloré mucho, ¡me dolió tanto!
sufrió tanto el corazón,
por su mentira y su maldita traición.
Y el alma se quedó fría
sin poder volar.
Y entonces te busqué...
Volví la cara, encontré tus ojos;
y te pedí perdón,
besé tus lastimadas plantas
y te ofrecí "lo que quedaba"
de mi roto corazón.
Me recogiste con infinita ternura,
dulcemente acariciaste
mi pobre y torturada frente,
me ofreciste tu Santa Mano,
y dijiste con infinito amor,
con ese tu inagotable amor
que perdona y redime:
Olvida ya todo, toma mi mano,
te enseñaré nuevamente a caminar; y no temas,
que cuando ya muy cansada estés,
y no puedas un paso más dar,
te tomaré en mis brazos
y caminaremos juntos
por toda la eternidad.