Si yo supiera que pronto me tengo que ir;
cuantas cosas que aún no he hecho,
¡me gustaría hacer!,
¡escribir tantas cartas!,
escribir tantas cosas,
que nunca he podido decir.
Decirles a mis hijos,
que son pedazos de mi corazón,
y que son mi alegría
y mi gran amor.
También tengo que ir un día a la playa,
a una playa lejana y hermosa;
y me quitaré las sandalias
y me sentaré en su arena
y veré a las olas llegar;
y preguntaré a éstas; de donde vienen,
a donde van, que mundos,
que gentes, cuantas cosas
vieron en su largo andar.
Y quedito, quedito
o gritando, gritando,
su viaje, tal vez infinito,
poco a poquito,
me lo irán contando.
Caminar despacio
por tierras de Mayas,
por selvas profundas e ignotas,
que aún nadie ha osado pisar...
Preguntaré a sus templos
que guardan celosos extraños pasados,
¿Qué fue de sus dioses?
¿Dónde fue su grandeza?
a dónde se fueron orgullosos
y altivos, los que un día
parieron esta raza...
Si pronto me tengo que ir,
tengo que apresurar el paso,
aún no he tenido tiempo de ver
una nube pasar,
ni me has dado un minuto,
para que en un bello atardecer;
tranquila, serena, sin prisas,
ver anochecer.
Ni he tenido tiempo de mirar un ocaso,
ni he visto crecer una flor, ni correr al arroyo,
ni al ave cantar, ¡no he tenido tiempo!,
pero ahora lo tengo que hacer.
Amiga, tienes que esperar
¡dame tiempo amiga!
Más, si no puede ser;
permíteme que, en un minuto,
solo en un minuto,
todo me lo dejes ver.
Amiga, si yo supiera que me llevas pronto,
más pronto de lo que previsto está...
déjame primero decirles cuanto los quiero,
que los quise mucho, para que nunca lo vayan a olvidar;
que los amé con ternura, con inmensa ternura, y que
aunque yo ya no esté, sientan mi presencia, mi pequeña
presencia y mi gran amor.
Amiga, no me apures tanto, déjame tranquila,
no me des dolor...
Concédeme amiga
(si algún día contigo me voy),
irme completa,
sin gritos ni llanto;
solo un buen recuerdo,
y una bendición de aquellos
a quienes quiero tanto.