Noviembre 28 de 1998
La recogí en mi huerto un día
triste, mustia, muy dolida;
era muy blanca, sin par;
tenía en su ala una herida,
pero en su pecho, ¿cuántas más?
Con sus ojos tan azules
mirábame con hondo pesar,
se recostó confiada en mi mano,
y escondió tristecita su penar.
Pobre palma amiga,
¿dónde está tu palomar,
dónde quedaron tus sueños?
no me digas que lo vas a perdonar.
¿Quién te causó está herida,
esa herida que no puedes soportar?
y las que llevas dentro, muy adentro,
dime, paloma, ¿cómo las vas a curar?
¿Quién fue el gusano traidor
que lastimara tú alma,
con perfidia y sin razón?
si no quieres no lo digas,
pero esa herida que tienes
te la causó un mal amor.
Cuando sanen tus heridas
y tú me quieras dejar,
no te enamores nunca, paloma,
mira que te van a hacer llorar.
No te vayas, mi paloma,
yo te haré mi palomar,
y no dejes entrar a tu palomo
porque, te juro chiquita,
tú, volverías a llorar.